La
propuesta explora las relaciones del cuerpo animal con los elementos
geológicos, un lugar de exposición que puede entenderse como un lugar de
encuentros cutáneos y de presencia con el territorio. Para autores como Bruno
Latour, Isabel Stengers, Hito Steyerl y muchos otros, es notoria la falta de
relación presencial del individuo con el entorno, situación que parece estar
asociada al uso de los nuevos medios digitales y a una relación verticalizada
del cuerpo, que aprehende casi constantemente los fenómenos a través de mapas y
aplicaciones que lo proyectan a un plano virtual y lo alejan perceptivamente de
los elementos presentes, lo que genera una especie de atrofia presencial
(corporal y afectiva) difícil de contrarrestar.
Lucía Morate parece querer invertir esta tendencia. En su obra, la poesía, el cuerpo y los elementos del entorno se organizan y se acoplan en los soportes que utiliza afectivamente como forma de horizontalizar el mundo. El biotopo de acción que la artista elige es la Serra de Molinet en Alicante, un lugar que se (des)dibuja poéticamente como una piel que esconde una interioridad, no visible y que se descubre a través del contacto íntimo de su propio cuerpo.
La Serra de Molinet, una vasta superficie caliza, esconde en su interior un espacio de circulación: una antigua refinería “sustrae” su volumen a una sierra formada en un tiempo geológico remoto (en el Mioceno Medio hace 15 millones de años) y que simbólicamente puede entenderse como el resultado de una era geológica que tímida y solamente ahora aprendemos a nombrar: el Antropoceno. (Mejor definido por Donna Haraway como Chthuluceno, por referencia a las fuerzas mitológicas que poderosamente habitan la tierra y animan de forma invisible lo que no podemos controlar). La montaña es en el imaginario de Lucía Morate una formación que esconde estas vibraciones y que ella propone pensar como un cuerpo de afectos en permanente configuración. Un objeto de ecofeminidad y de tangibilidad recíproca.
Lucía Morate parece querer invertir esta tendencia. En su obra, la poesía, el cuerpo y los elementos del entorno se organizan y se acoplan en los soportes que utiliza afectivamente como forma de horizontalizar el mundo. El biotopo de acción que la artista elige es la Serra de Molinet en Alicante, un lugar que se (des)dibuja poéticamente como una piel que esconde una interioridad, no visible y que se descubre a través del contacto íntimo de su propio cuerpo.
La Serra de Molinet, una vasta superficie caliza, esconde en su interior un espacio de circulación: una antigua refinería “sustrae” su volumen a una sierra formada en un tiempo geológico remoto (en el Mioceno Medio hace 15 millones de años) y que simbólicamente puede entenderse como el resultado de una era geológica que tímida y solamente ahora aprendemos a nombrar: el Antropoceno. (Mejor definido por Donna Haraway como Chthuluceno, por referencia a las fuerzas mitológicas que poderosamente habitan la tierra y animan de forma invisible lo que no podemos controlar). La montaña es en el imaginario de Lucía Morate una formación que esconde estas vibraciones y que ella propone pensar como un cuerpo de afectos en permanente configuración. Un objeto de ecofeminidad y de tangibilidad recíproca.
Nuno Vicente
Muntanya desdibuixada
Este proyecto es un estudio basado en el encuentro de dos binomios que surgen al representar visual y corporalmente la Serra del Molinet de Alicante.
Esta montaña ha sido manipulada por el ser humano, su forma y volumen se ha ido transformando a través de su historia, creando oquedades, vacíos notables y ausencia de materia en su estructura. Por lo que a la hora de representarla, mi mirada también se centra en lo que resta, en lo que falta. Y en su representación reflejo estos aparentes opuestos: su exterior/su interior, su lleno/su vacío, su materia/su ausencia de materia.
El otro binomio lo constituye la presencia/ausencia de mi cuerpo usado como medida de representación de esta orgánica y compleja volumetría.
Inicialmente construyo dibujos basados en la observación analítica de imágenes de programas informáticos (Google Earth), que me permiten moviendo solo un dedo acercarme o alejarme y revelar rópidamente las formas del conjunto. Esta práctica no es presencial en yuxtaposición a su opuesta que añade otro tipo de informaciónque me ofrece el cuerpo.
Este organismo recibe una experiencia vivencial que me sirve como saber y conocimiento. Mi cuerpo es medida, escala y referente para reconocer y mensurar dimensiones y volúmenes en este espacio. Pues en el cuerpo se hacen patentes las coordenadas espacio y tiempo. Termina por convertirse para cada uno de nosotros, en el punto cardinal de referencia. Todas las observaciones orientativas que nuestro cuerpo nos aporta, como aquí, ahora, delante, detrás, dentro, fuera… son conceptos espaciales y temporales que cobran sentido a partir de la representación interior de los propios ejes corporales, vertical, horizontal y transversal.
Esta vivencia me permite una mirada más detallista y próxima, observo y palpo los minerales y vegetaciones que descubro en mis recorridos. En esta representación recojo toda esta información sobre el territorio que me ofrece el cuerpo para entender desde sí mismo, dimensiones, materiales y escalas de la montaña.
Considero que la riqueza de ambas investigaciones se concentran y potencian con la yuxtaposición de las formas de representación, lo virtual y lo corporal. Quiero que el espectador experimente la reunión de ambas y que sea su cuerpo el que descubra la medida de sus observaciones. Reunir en un canal expositivo ese mundo virtual analítico, con la experiencia más frágil y variable del cuerpo.
Lucía Morate
Proyecto realizado gracias a Cultura Resident. Residencia artística del Consorcio de Museos de La Comunidad Valenciana.
https://www.consorcimuseus.gva.es/cultura_resident/lucia-morate/
PERSONAL